El jueves 31 de noviembre de 2017 charlamos sobre la ansiedad con el psicólogo Néstor Granda, MP 53219
ESTRÉS Y ANSIEDAD NO SON SINÓNIMOS
Entrevista al Lic. Néstor Granda – Especialista en trastornos de la ansiedad, el jueves 30 de noviembre de 2017 charló con Reyna Borzino, conductora de PAM ®:
Numerosos especialistas suelen equiparar el estrés y la ansiedad. Pero hay diferencias. El estrés genera respuestas físicas ante exigencias que nos superan: demandas, compromisos, obligaciones que requieren pronta resolución. La ansiedad es una de las respuestas emocionales al estrés. Y presenta componentes positivos, pues ejerce una función protectora, activándose como una alarma ante una situación peligrosa o amenazante, real o imaginaria. Puede darse en fobias específicas como la social, consistente en sentirse intimidado por la relación con personas. Asimismo, en fobia a los animales, a la oscuridad, a las descargas atmosféricas. Y en fobias irracionales: ante determinados objetos.
Ansiedad es si las personas piensan que algo malo les va a ocurrir en las vacaciones. En cambio, estamos hablando de impaciencia cuando piensan que no les va alcanzar el dinero, que se van a aburrir, o lo que fuera.En decir, si tienen una expectativa positiva, en realidad es impaciencia y no ansiedad. Una persona detecta que está excediendo los límites normales de ansiedad al ver perjudicada su calidad de vida. En la fobia social, ante la posibilidad de ser criticado o reprobado, el individuo rehuirá todo contacto. Y experimentará taquicardia, sudoración, parestesia (hormigueo), mareos; cada malestar, con su porqué.
Frente a un peligro cierto, la síntesis de glucosa, mediante la sustancia denominada cortisol y por vía de la circulación sanguínea, aumentará la energía y la oxigenación de los músculos implicados. La hiperventilación tornará más entrecortada y rápida la respiración. Se acelerará la frecuencia cardíaca, ya que el corazón redistribuirá la sangre hacia las zonas que más la requieren. La sudoración actuará como aislante, manteniendo la temperatura corporal.
NUESTROS ANSIOSOS ANCESTROS – La ansiedad data de muy remotos años, cuando los peligros solían ser de vida o muerte. La acción de los predadores nocturnos estimuló la midriasis, involuntaria y necesaria dilatación de las pupilas.
Pese a que hoy los «cazanosotros» no andan acechando por las esquinas, esas reacciones persisten, hasta el punto de que son numerosas las consultas a especialistas, pues las personas llegan a sentir que están por desmayarse, cuando no por morir. A menudo ello se da como reflejo de miedos ciertos, no imaginados, pues miedo a la muerte sentimos todos; ya venimos «de fábrica» con la tan mentada conciencia de finitud.
De todos modos, la muerte no llega por una activación del sistema nervioso relacionada con la ansiedad, cuya acción es, por lo contrario, protectora, no aniquiladora. De no ser así, hace largo tiempo que habríamos desaparecido como especie.
Si bien, en cuanto a las sensaciones, la ansiedad y el miedo reconocen puntos en común, se diferencian en los momentos de empezar a actuar. El miedo surge de repente ante la inminencia de un peligro. La ansiedad es anticipatoria, digamos que «abre el paraguas».
Vamos a un ejemplo. Yo siento fobia por las víboras. Voy por el campo con un amigo, quien me propone cortar camino cruzando por un tramo para llegar a cierta casa. Si yo supongo que hay víboras y que alguna puede morderme, se motoriza mi ansiedad. E improviso un repertorio de excusas para irme. Estaría anticipándome. Pero mi amigo me convence de que crucemos. Y aparece una serpiente. Allí me sobreviene el miedo. El peligro es perentorio, no estoy anticipándome a él, está ahí. Esa es la diferencia.
Otro ejemplo podría ser la fobia al dentista. Aunque sabemos que no muerden, estos profesionales son los que más ansiedad y miedo nos infunden.
NO ES TAN FEO EL ESTRÉS COMO LO PINTAN – Según un estudio emprendido hace pocos años en la Universidad de Wisconsin, EE.UU., el estrés resulta nocivo cuando causa perjuicios en la salud. Para ello es necesario que la persona lo experimente en carácter de dolencia. Simplificando la idea: el estrés será negativo si, ante todo, lo es para la persona. Los investigadores detectaron que, en sentido opuesto, las personas que omitieron esa carga de negatividad no tuvieron problema alguno.
Un factor que contribuye a sentir el estrés «malo» es hallable en las exigencias del medio en que nos desenvolvemos, cuando se yerguen ante nosotros como amenazas imposibles de superar. Si nos proponemos hacerlo, dos son las conductas básicas ante el conflicto: enfrentarlo o huir. El escape o la dilación son los recursos más usuales. En el caso del dentista, no concurrir al turno o cambiarlo. Provoca más alivio que la anestesia en la pieza dolorida el llamado telefónico de la secretaria del dentista para avisarnos que el turno se suspende por tal o cual causa.
La ansiedad es una respuesta normal del organismo ante determinados estímulos. Todos coincidimos en experimentarla, aunque no así sus trastornos. Si tomamos la totalidad de las patologías, la ansiedad es la más recurrente. Pero, por separado, la depresión encabeza la lista. Hay más gente depresiva que ansiosa.
¿Y cómo superar los trastornos propios de la ansiedad? Afrontándolos. ¿Pánico al dentista? Voy a hacerme atender por él. ¿Fobia a las arañas? Tomo contacto con ellas. ¿Miedo al agua? Me sumerjo. En el primer intento me sentiré mal, lógico; de lo contrario, dónde estaría la fobia? Pero, gradualmente y sin precipitarme, saldré airoso.
Aunque la vida que llevamos actualmente genera cuadros de estrés, no necesariamente alguien tiene que responder con ansiedad ante una circunstancia estresante. Supongamos que discutí con mi jefe. Es una situación de estrés. Si pienso que van a echarme por ello del trabajo, aparece una amenaza junto con la ansiedad. Es un trance que yo califico de amenazante. Si después me echan o no, es otro tema. Si encuadro el momento de esa manera, aparece la ansiedad. En cambio, si me enojo, y lo amenazo con agredirlo físicamente a la salida, interviene el enojo como respuesta al efecto estresante. No necesariamente es ansiedad, aunque se trate de algo común.
ÉRAMOS POCOS, Y ANGUSTIA Y PÁNICO – Muchos investigadores toman como equivalentes los conceptos de ansiedad, angustia y estrés. Pero no. Diferenciemos. Angustia (proviene de ‘angostar’) es la sensación, propia de la ansiedad, opresiva en el pecho, como que éste se cierra y falta el aire. Actualmente se coincide que, al hablar de angustia, se alude a ansiedad pero no a estrés.
Trastorno de ansiedad es el nombre correcto del trastorno del pánico. Las personas, ante respuestas fisiológicas características de la ansiedad, suponen que se hallan a punto de morir, de sufrir un desmayo o de caer en la locura. Son los miedos de quienes sufren de trastornos de pánico. Los síntomas son inofensivos, pero la persona no lo sabe, o no puede verlo de esa manera. Lo cierto es que, por un ataque de pánico, nadie murió ni se desmayó ni se volvió loco.